Dice el viejo refrán: «cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar«.

Recientemente convulsionó el mundo del espectáculo un movimiento dirigido por las élites feministas llamado «ME TOO«. Denunciaban -publicitaban más bien- toda una sarta de abusos -deleznables, por supuesto- sufridos por las actrices, y provenientes de miembros con cierto poder en la esfera cinematográfica.

Asistimos a un nuevo y público linchamiento al más puro estilo medieval, sin que hubiera constatación por condena judicial firme –seuo– de los expuestos hechos. La presunción de inocencia, pilar fundamental de todo sistema legal, en jaque.

Estos días nos asalta en los medios la noticia de que una de las promotoras, curiosa y casualmente, como suele ser habitual en estos casos de doble moral, cojeó del mismo pie, es decir, abusó de persona del sexo contrario, con la agravante de ser menor.

Lejos de salir a la palestra, y dar una explicación medianamente creíble, se buscan estériles excusas, y se carga el cañón, denunciando nuevos abusos a mujeres.

Como Jurista, denuncio en este foro que la presunción de inocencia JAMÁS debe invertirse en una presunción publica de culpabilidad, debe ser respetada hasta sus últimas consecuencias.

Y esgrimo otro principio inspirador del Derecho: el de igualdad, conjugado con el de proporcionalidad, que vemos NO OPERA cuando dos personas -hombre y mujer- cometen el miso delito. El rasero de la igualdad ha sido superado. Compadezcámonos.

«El primero en discuparse es el más valiente; El primero en perdonar es el más fuerte; Y el primero en olvidar es el más feliz».