En horas bajas para tan noble profesión como la de Abogado, profesional vilipendiado y ninguneado, de repente, leemos, con orgullo, que un Letrado Compañero, primero persona, y noble español, entrega su vida por lo que ya venía haciendo desde hacía años: la defensa de los Derechos humanos, la libertad, la vida, la integridad. Etcétera. Largo etcétera.

Leo que la Junta de Gobierno del ICAM brindará merecido homenaje a tan grande héroe. Desde esta mi modesta posición me sumo al reconocimiento, querido Ignacio, como compatriota, como afín, como Compañero Letrado, tan merecido, por llevar hasta las últimas consecuencias aquel mandato personal que te llevó un día, como a mí, y a todos nosotros, a la defensa del otro.

Con un fuerte abrazo, y la emoción del trabajo bien hecho, sirvan mis palabras como sincero agradecimiento. Insisto, como Abogado, pero sobre todo, como español.

Mi recuerdo a su familia, para que siempre recuerden, orgullosos, el pundonor de Ignacio.