¿Desde cuando no se puede corregir a un niño dándole una bofetada?. Pues desde que en 2007, la Ley 54/2007 de 28 de diciembre (día de los inocentes), modificó el Código Civil y se suprimió la frase referente al ejercicio de la potestad de los padres que rezaba que en la función de dicho ejercicio los padres “podrán también corregir razonable y moderadamente a los hijos”.
Esta redacción del articulo 154 del Código Civil ya era fruto de la reforma del mismo articulo en 1981,  la cual modificó su redacción respecto de la caduca redacción de 1889 que establecía que los padres tendrán “la facultad de corregirlos y castigarlos moderadamente”, eliminando el “castigo” (moderado) como facultad de los padres respecto de los hijos no emancipados.

Desde entonces aparecen por todos los rincones «héroes» que denuncian a padres y madres por haber “maltratado a su hijo” al darle una colleja o cogerlo fuertemente de un brazo.

Vemos que todo gira alrededor de una especie de fijación sobre qué podemos hacer con nuestros hijos cuando se portan mal para evitar el abuso y las manos y pies fáciles de algunos padres (que es patente que existe, hoy y ayer).

Por tanto, primero el castigo moderado, luego la corrección razonable y moderada…y finalmente NADA. Los padres no tienen facultades para corregir moderamente a los hijos. ¿O sí las tienen y se está utilizando una interpretación literal y muy» sui generis» de la Ley para tirar piedras sobre nuestro tejado (llámese sociedad)? Se dejó intacta (menos mal) la posibilidad de recabar el auxilio de la autoridad, porque así, si tu hijo, no sólo se ríe de ti cuando intentas que colabore en las tareas domésticas, sino que además estampa contra el suelo un teléfono que vale el salario mensual completo de algunos trabajadores españoles, quizá cuando vea que coges el teléfono y llamas a la policía para que vengan a ayudarte a explicarle que eso no está bien, el niño meditará y sabrá que lo que hace está mal…y nunca más volverá a hacerlo, de forma que cuando crezca y viva con su mujer no intentará que ésta le sirva cual marqués y lo que es más importante, sabrá controlar su pronto para no estampar el teléfono móvil, esta vez quizá contra su mujer o su propio hijo. Parece que la fecha de la Ley coincidiendo con el día de los Santos inocentes tiene sentido, al menos en lo que se refiere a la reforma del artículo 154 del Código Civil.

El Juez Vázquez Taín ha ofrecido a los españoles la posibilidad saber que las leyes son interpretables y que el actual artículo 154 del Código Civil simplemente OMITE la facultad de corrección sobre los hijos NO LA PROHIBE. Lo que está prohibido, por el Código Penal, es atentar contra la integridad física de otro, sea hijo o no lo sea. Y el alcance de ese atentado contra la integridad física también se ha de interpretar y definir mediante la práctica judicial. Los límites se materializan en la justificación. Una conducta justificada deja de ser ilícita y así lo ha resuelto este Juez para mostrar a la sociedad española que hoy, igual que antes, y se empleen las palabras que se empleen, sea castigo o corrección, una bofetada, o un arañazo accidental, la acción por parte de los padres es fundamental, igual que es fundamental establecer los límites a ésta, pero lo que se ha demostrado catastrófico es su inexistencia. Un arañazo accidental cuando se intenta sujetar a un niño de 11 años que se va a ir de casa sólo, porque quiere, y además reconoce el poder que tiene y la impunidad con la que toma todas sus decisiones lastimen a quien lastimen, no es una lesión que debiera terminar con una Sentencia penal condenatoria a un padre o una madre, al menos desde mi punto de vista. Al igual que tampoco lo sería darle un empujón, con su consiguiente consecuencia, para evitar que le atropelle un vehículo.

Aplaudo al Juez Vazquez Taín por su decisión de absolver a esa madre que intentaba corregir la actitud de su hijo. Cuan diferente sería la sociedad actual si los jóvenes de alrededor de de veinte años, hubieran tenido la magnífica oportunidad de ensayar cómo asumir la frustración, sin romper nada, sin escaparse, sin querer matar a todo el mundo. Un ensayo que podría haber estado dirigido por el respeto a la autoridad de los padres, fundado, por ejemplo en la pereza de tener que soportar las “terribles” consecuencias de un minuto de escozor en la mejilla. En el equilibrio está la virtud.